Una noche de mayo te trajeron por que en casa de Lidia ya no habia sitio para más, en la calle, mientras Jose preparaba tus papeles, yo te sostenÌa en las manos, algo casi imposible por lo nervioso y vivo que eras. Tuve que subir corriendo a casa, antes de que te escapases de mis manos, por que eras un terremoto. En casa lo demostraste, no parabas, era imposible verte de lo rápido que te movías arriba y abajo mirándolo todo con prisa, como si no tuvieses mucho tiempo para verlo.
Tres días más tarde te llevaban a lo que iba a ser tu casa de adopción, solo tres días y ya nos marcaste con tu peculiar forma de ser.
Pero para nuestra grata sorpresa, aunque no era tan sorpresa, volviste a casa porque en tu casa de adopción no fuiste bien recibido. Para nosotros fue una alegría tenerte de nuevo ya que eras muy especial, con tu pelo tan increiblemente blanco, tus ojos rojitos y esa inteligencia que hacía que decirte las cosas fuese fácil ya que enseguida las entendías. Poco después te encuentran otra casa de adopción, nosotros ya para entonces pensabamos, a ver cuanto dura esta vez antes de volver a casa, pero esta vez fue diferente, sí, volviste a casa, pero casi muerto, por no querer comer ni beber durante cinco días en casa de tu nueva adoptante, que al parecer tampoco te gustó y decidiste hacer huelga de hambre. Ya de vuelta otra vez en casa, y dando mucha pena por tu estado tan raquítico, yo decido que debes comer aunque sea a la fuerza, ya que después de estar tantos días sin comer tu cuerpo ya no quería vover a comer, así que empezé a darte paté a la fuerza, como decía yo, mientras Jose miraba con cara de incrédulo como tu ibas comiendo de aquella manera, yo te inyectaba ese paté que no querías comer y poco a poco te fuiste recuperando un poco, hasta el punto de que volvías a tener fuerzas para correr y comer solo.
Aunque una cosa había cambiado, ahora solo querías estar en brazos conmigo, tanto, que si alguna vez me enfadaba contigo por que no querías comer solo, venías y apoyabas tu cabezita en mi pierna y poco a poco te ibas subiendo en mi regazo hasta que yo te acariciaba y te acurrucabas con aquellos particulares suspiros que hacias de alivio al enroscarte en mis brazos.
Pero nunca llegaste a comer bien del todo, sólo un poquito para poder seguir adelante lo justo y ya está. Tu cuerpo se iba resintiendo día a día, cada vez más, así hasta el pasado 17 de agosto que te encontré sin vida en tu saquito de borreguito donde te gustaba dormir calentito. Durante un rato te pedía que despertases porque me negaba a creer que había sucedido lo que ya esperabamos que sucedería algún día, porque a cabezoncito tampoco te ganaba nadie.
Hoy, casí una semana después de que te hayas ido, y esta vez para siempre, aún sigo esperando que apoyes tu cabezita en mi pierna para así poder acurrucarte en mis manos y poder acariciar tu pequeña cabezita. Neo, te echo mucho a faltar mi pequeño peludillo blanco. Te quise como jamás crei que podría querer a un bichito como tú y jamas olvidaré tu forma nerviosa de moverte cuando me veías venir para abrirte la jaula. Adios Neo, nunca te podremos olvidar.
Dídac
Tres días más tarde te llevaban a lo que iba a ser tu casa de adopción, solo tres días y ya nos marcaste con tu peculiar forma de ser.
Pero para nuestra grata sorpresa, aunque no era tan sorpresa, volviste a casa porque en tu casa de adopción no fuiste bien recibido. Para nosotros fue una alegría tenerte de nuevo ya que eras muy especial, con tu pelo tan increiblemente blanco, tus ojos rojitos y esa inteligencia que hacía que decirte las cosas fuese fácil ya que enseguida las entendías. Poco después te encuentran otra casa de adopción, nosotros ya para entonces pensabamos, a ver cuanto dura esta vez antes de volver a casa, pero esta vez fue diferente, sí, volviste a casa, pero casi muerto, por no querer comer ni beber durante cinco días en casa de tu nueva adoptante, que al parecer tampoco te gustó y decidiste hacer huelga de hambre. Ya de vuelta otra vez en casa, y dando mucha pena por tu estado tan raquítico, yo decido que debes comer aunque sea a la fuerza, ya que después de estar tantos días sin comer tu cuerpo ya no quería vover a comer, así que empezé a darte paté a la fuerza, como decía yo, mientras Jose miraba con cara de incrédulo como tu ibas comiendo de aquella manera, yo te inyectaba ese paté que no querías comer y poco a poco te fuiste recuperando un poco, hasta el punto de que volvías a tener fuerzas para correr y comer solo.
Aunque una cosa había cambiado, ahora solo querías estar en brazos conmigo, tanto, que si alguna vez me enfadaba contigo por que no querías comer solo, venías y apoyabas tu cabezita en mi pierna y poco a poco te ibas subiendo en mi regazo hasta que yo te acariciaba y te acurrucabas con aquellos particulares suspiros que hacias de alivio al enroscarte en mis brazos.
Pero nunca llegaste a comer bien del todo, sólo un poquito para poder seguir adelante lo justo y ya está. Tu cuerpo se iba resintiendo día a día, cada vez más, así hasta el pasado 17 de agosto que te encontré sin vida en tu saquito de borreguito donde te gustaba dormir calentito. Durante un rato te pedía que despertases porque me negaba a creer que había sucedido lo que ya esperabamos que sucedería algún día, porque a cabezoncito tampoco te ganaba nadie.
Hoy, casí una semana después de que te hayas ido, y esta vez para siempre, aún sigo esperando que apoyes tu cabezita en mi pierna para así poder acurrucarte en mis manos y poder acariciar tu pequeña cabezita. Neo, te echo mucho a faltar mi pequeño peludillo blanco. Te quise como jamás crei que podría querer a un bichito como tú y jamas olvidaré tu forma nerviosa de moverte cuando me veías venir para abrirte la jaula. Adios Neo, nunca te podremos olvidar.
Dídac
